Camino hacia el abismo


Capítulo 7



Amanda se levantó con una pesadilla, estaba transpirada y decidió tomar un baño. Sofía se había levantado más temprano aun y había salido, esta vez sola hacia el pueblo. Dejó una nota sobre la mesa diciendo que compraría provisiones para el día y que en el caso de que Ernesto se levantase temprano la fuese a recoger a la plaza principal del pueblo, en el lugar donde siempre la recogía.
Es que las cosas deben ser como tienen que ser. A quien le importa la vida de un asqueroso cerdo, su esposa debe sufrir a su lado, y sus hijos, ahh, sus hijos, no quedarán huérfanos, tendrán a su madre. Si, tendrán a su madre…(Pensó para sí).
El autobús que llevaba a Sofía al pueblo hizo una parada en un pequeño pueblito que estaba a mitad de camino. Ella miraba por la ventanilla el paisaje arbolado, el sol que en ocasiones la cegaba de pronto, y aquel cielo diáfano de un día de invierno. En su abrigo, en el bolsillo interno, llevaba el pequeño frasco de Boro, el que había obtenido con la ayuda del ermitaño.
Una persona subió en aquella parada y se sentó junto a ella. Luego de unos dos kilómetros inició tímidamente una conversación.
-¿Va hacia el centro, digo, al pueblo?
-Si debo comprar unos medicamentos para mi madre que está enferma.
-¡Ah…enfermedad!. Una palabra que conozco desde los treinta años, cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer en el estómago.
Aquella mujer que se había sentado a su lado tenía toda la apariencia de ser instruida. Era cortante con el diálogo pero casi no miraba a Sofía a la cara.
-Yo que usted no haría lo que esta a punto de hacer. (Dijo secamente mirando hacia la ventanilla).
-Le dije que iré al pueblo a comprar provisiones para mi madre enferma, no veo qué de  malo puede tener eso, ¿que objeción tiene usted?.
-Digo que no es conveniente que usted mate a una persona.
Sofía se horrorizó, empalideció. ¿Cómo sabía aquella mujer de sus intenciones?. Dio vuelta la cara para mirarla y preguntó firmemente:
-¿Quién es usted?
-No querrás saberlo cariño, lo único que puedo decirte es que si mañana me entero que Marcelo Pozo amanece muerto, sé dónde encontrarte y con mi mano derecha sobre el corazón, juro que correrás la misma suerte que él.
Sin más conversación, Sofía se dirigió hacia el conductor del autobús y le pidió que lo detuviese inmediatamente. Bajó. Sentía que el corazón se le salía por la boca. En su bolsillo derecho tenía el pastillero. Ingirió con saliva dos miligramos de Rivotril, se sentó a un costado del camino, sobre la hierba mojada por el rocío matinal y comenzó a pensar, a maquinar de una manera infernal, cómo aquella mujer desconocida conocía sus propósitos. A partir de aquel momento la llamó, la mujer de las gafas oscuras.
Amanda luego de tomar su baño levantó el teléfono, discó un número corto y habló brevemente.
-¿Está hecho?.
!Muy bien gracias!, estaremos en contacto. Colgó abruptamente.
Ernesto salió de su cuarto y le preguntó a su madre por Sofía. –No lo sé, sólo dejó una carta sobre la mesa donde decía que iría por provisiones al pueblo. Dijo que no es necesario que vayas por ella, que pronto estará aquí-.¡
Sofía entró por la puerta principal de la casona agitada, había vuelto caminando más de cinco kilómetros. Su mirada estaba pérdida, sus ojos desorbitados. Subió y sin saludar a nadie, entró en el baño a ducharse para sacarse el sudor pegajoso de su cuerpo y tal vez para aclarar sus ideas, para poder pensar con claridad quién había sido aquella mujer que conocía sus propósitos.
Amanda miró a Ernesto y le ofreció el desayuno. Había una mueca sarcástica en su boca, sabía que su llamado había tenido éxito.
-¿Qué le pasa a Sofía? (preguntó preocupado Ernesto).
-No lo sé mi amor, tal vez se arrepintió de hacer las compras, no te preocupes, podemos ir juntos más tarde.
-Luego le voy a preguntar.
-No creo que sea nada malo, no te preocupes, luego hablá con ella. Tengo que salir a hacer unas diligencias, volveré después del mediodía
-Bueno mientras llegues a tiempo para hacer las compras, no tengo problemas.
-Es una diligencia importante e impostergable, sólo hoy. Mañana tendremos el día completo  para nosotros.

-Está bien Amanda, creo en lo que me decís, no se habla más.

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