Camino hacia el abismo



Capítulo 9


Amanda hace cinco años que lleva adelante el laboratorio y la distribución de los barbitúricos. Slovsky le había enseñado a su ayudante a sintetizar la droga. Lo interesante es que no solamente había alcanzado el grado de pureza del Seconal, sino que también había podido aislar químicamente el componente alucinógeno de las Metanfetaminas, el Metilato. Todas las drogas derivadas de las aminas, como la metanfetamina, la hidroxilamina, bencenaminas (aromáticas), butanodiamina (estado orgánico), etc, pueden ser combinadas con los barbitúricos y producir el efecto de inhibidor del sistema nervioso central y además de ello, producir al mismo tiempo un efecto alucinógeno, sin llegar a ser una droga dura como la heroína o la cocaína. Esa formula logró desarrollar Slovsky.
Bajo el nombre de Toramina, cuyo nombre comercial fue registrado como Toramine, se distribuye este barbitúrico en la parte sur y oeste de la ciudad. Amanda está íntimamente relacionada con uno de los farmacéuticos y distribuidores de drogas bajo prescripción médica más importantes de la zona. El equipo también lo conforman tres psiquiatras que son los encargados de recetar los barbitúricos a los alumnos de las universidades –los mayores consumidores de la droga- y a aquellos que son recomendados por éstos a esos médicos. Es en vano señalar que al grupo de consumidores no entra cualquier persona; Este grupo que creció de manera inconmensurable, sigue llamándose a sí mismo como: El grupo de Barbie, los motivos del nombre ya  han sido expuestos.
Amanda meticulosamente asiste al laboratorio todos los días, el ayudante de Slovsky sabe muy bien el proceso de sintetización y lo sigue paso a paso a la perfección. Una vez que Amanda hace su visita al laboratorio, se dedica a tomar un café en la oficina de Merrell, el distribuidor y farmacéutico de drogas licitas.
-¡Buen día Amanda espero que hoy este de buen humor, como siempre lo está! (risa sarcástica leve).
-Buen día, espero que la distribución hacia el oeste ya se haya puesto en marcha, si mal no recuerdo llevamos un día de retraso.
-¡Una conversación directo al punto!. Lo más importante de hacer negocios con mujeres, aparte de la posible atracción sexual, y discúlpeme la inconfidencia, es que los atajos no existen, el camino es llano, justo al lugar donde se debe llegar.
-Entonces, cómo va el cargamento de Toramina para aquel lugar, ¡supongo que bien!.
-(suspiro prolongado). Si está todo encaminado, hoy mismo a la mañana salieron hacia el oeste mil quinientas cajas de Toramine para distribuirse en cincuenta puntos exactos de referencia.
-Dígame Merrell y responda con sinceridad; la lista de distribuidores, es decir, la lista de comercios donde llega el producto, podría decirse que es su seguro de vida, ¿no es así?.
-Señora…en este negocio como en cualquier otro que se precie por su alto costo y la baja estima de la vida del ser humano, cualquier dato por más  irrelevante que parezca, puede a uno salvarle la vida, y esa lista de distribuidores es mi seguro.
-Eso creí. Entonces, ¿usted cree que el día de mañana las mil quinientas cajas estarán ya en la calle?.
-Sin lugar a dudas. Slovsky estaría orgulloso de la forma en que creció este negocio.
-¡Gracias a mí, y lamentablemente a  Slovsky que no está aquí para verlo, algo hizo que cambiase de opinión!.
-Mañana por la noche tendré en mi poder la recaudación. En cuanto a lo de Slovsky, creo que no es ni el momento ni la forma en que debemos recordarlo, y creo que usted bien sabe por qué.
-A las ocho en punto, estaré aquí; hasta entonces. ¡Ah!, con respecto a Slovsky, en algún momento usted tendrá su tiempo para charlar con él sobre lo ocurrido.
Amanda se levantó de la silla, estrechó la mano de Merrell y se fue caminando, antes de salir del despacho se encajó las gafas oscuras que hacían juego con su color de pelo, se montó en el auto y desapareció.
Sofía estaba acostada en su habitación, en posición fetal. No podía entender cómo aquella mujer le había arrebatado su primera víctima, de qué forma se había enterado esa mujer de su propósito y lo que más la aterraba era el hecho de saber que si lograba su cometido -según la mujer-, ella correría con la misma suerte que el pobre diablo. En ese instante entró Ernesto a la habitación.
-¡No te enseñaron a golpear o sos estúpido! (lo había escupido de sus labios con odio).
-¡Perdón no quise molestarte!, es que estaba preocupado por la actitud que tuviste hoy a la mañana, pensé que ibas de compras al pueblo, y cuando ví que entraste tan pálida y fuiste directamente al baño, bueno, pensé que algo malo te había sucedido.
-Pensaste mal (la forma en que lo pronunció fue demasiado cortante).
-Bueno, no quiero molestarte, iré a preparar la cena, parece que mi madre llegará un poco tarde.
-¡No te vayas!, por favor.
-Está bien Sofía, charlaremos mañana cuando estés mejor. (Se levantó de los pies de la cama donde estaba sentado y salió de la habitación).
-¿A vos también voy a tener que matarte?. (Pensó).
Merrell estaba en su despacho sacando cuentas y el quince por ciento que le tocaba por la distribución no era ya para estas alturas, luego de casi cinco años, lo que su avara y maquinal cabeza quería, por el contrario quería más dinero, y estaba dispuesto a decírselo a Amanda al día siguiente en la reunión. A las ocho en punto, -como había dicho-.
Si sólo pudiese saber dónde se encuentra el laboratorio y contactarme con el químico, Amanda sería parte del pasado. Daba vueltas por su despacho de un lado para el otro, con la mano en la barbilla pensaba dónde en un pueblo tan pequeño aquella mujer podría esconder un laboratorio para la sintetización de barbitúricos sin que nadie en cinco años lo notase. Pensó, pensó y pensó dónde seria ese lugar. Una idea vino como un relámpago a su mente. Al día siguiente en la reunión, pondría un somnífero en el whisky de la mujer y podría tal vez, solo tal vez tener al menos una chance. Luego se desharía de ella.
Amanda llego a la casa a las nueve de la noche. Ernesto había preparado una tarta de atún que por el olor que impregnaba la cocina parecía estar deliciosa. Dónde está Sofía (preguntó). En su cuarto durmiendo, creo que no comerá con nosotros esta noche, parece estar cansada.
La mañana siguiente era fría, Amanda se levantó como todos los días a las siete en punto. Ernesto y Sofía seguían durmiendo. Tomó un café negro, preparó un par de cosas dentro de un estuche negro del tamaño de un monedero pequeño, guardó en su cartera una Sig calibre .40 y salió como es de costumbre a hacer su recorrido habitual por el laboratorio.
-¡Buenos días señora, no la esperaba tan temprano!. (Víctor se sorprendió al ver entrar a Amanda).
-¡Buen día Víctor!, hoy necesitaremos que produzcas una cantidad apreciable de pastillas, yo diría un veinte por ciento más que lo habitual.
-No quiero faltarle al respeto señora Amanda, usted siempre me ha tratado bien, lo mismo que el señor Slovsky, pero no creo que yo solo pueda sintetizar la cantidad de pastillas que me pide, no solo.
-Conozco a un estudiante, un viejo estudiante mío de biología, creo que te será de mucha utilidad, es de confianza, está limpio y puedo confiar en él. ¿Te interesaría poder enseñarle para que sea tu ayudante?, de esa forma se incrementaría la producción.
Por la mente de Víctor se cruzó el nimio pensamiento de que si le enseñaba todo a aquel tipo tal vez su vida corriese peligro.
-¿Y cuándo comenzaría esta persona en el laboratorio?, hay muchas cosas que enseñar y aprender, yo no soy químico, me llevó mucho tiempo manejar lo que el señor Slovsky sabia.
-Mañana lo traeré, estoy segura que podrás enseñarle lo que Slovsky te transmitió y que tan bien o mejor que él hacés. Sintetizar Víctor. Esa es la esencia del negocio. Acaso, ¿no es suficiente lo que te pago?.
-No por favor señora Amanda no quise decir eso y jamás se me ha cruzado por la mente el solo hecho de pensarlo, en estos años he ganado más dinero de lo que hubiese ganado en la tienda trabajando durante veinte años seguidos.
-Muy bien muchacho, esa era la respuesta que quería escuchar. Entonces hasta mañana.
-Hasta mañana señora (pálido y sudoroso como estaba le extendió la mano a su jefa para saludarla). Amanda sonrió.
A las ocho de la noche como estaba previsto, Amanda llegó al despacho de Merrell. Cruzó la puerta saludó al apático tipo con un estrechón de manos y se sentó frente a él en el lado opuesto al escritorio.
-¿Todo en orden? (preguntó).
-¡Todo en orden!.
-Hoy después de tanto tiempo de trabajo juntos, creo que se merece la recompensa de conocer el laboratorio, se lo debo, por su lealtad, y también quiero que conozca a nuestro químico.
-¿Y por qué tendría que conocer el laboratorio yo, ese acaso no es uno de sus mejores secretos?.
-Insisto. Si me permite, lo llevaré, quiero que le de algún consejo al químico, creo que está un poco deprimido, pero antes por favor, el dinero.
-Doscientos mil pesos, descontando mi parte y la de los distribuidores. Es la recaudación de tres días.
-Muy bien, muy bien, es lo correcto. Ahora, por favor, acompáñeme al laboratorio, sería un placer para mí compartir ¨el secreto¨ (hubo una sonrisa que fue captada por Merrell. Estaba pálido).
Amanda recogió el bolso con el dinero, Merrell no pudo invitarle la copa de whisky donde pondría el somnífero y para mayor preocupación, no tenía un arma encima, y aquella mujer no era de confiar, lo sabía y muy bien.
Se subieron al auto de Amanda y empezaron a hablar de banalidades. Amanda condujo por la carretera principal y al llegar a un camino de tierra que se abría hacia el lado izquierdo se encaminó introduciéndose en medio del bosque. Debe ser un lugar apartado, no por nada lo mantuve oculto durante cinco años (le dijo secamente a Merrell).
-Esta sociedad machista, cree que las mujeres no tenemos un lugar para poder explayar nuestras habilidades, somos tan inteligentes como ustedes, tal vez más. Pero lamentablemente la sociedad sigue siendo y teniendo un pensamiento machista, es en vano que tratemos de ponernos a su altura, siempre estaremos un peldaño más abajo que ustedes.
Merrell la escuchaba en silencio mientras procesaba toda la información que había recibido de pronto. ¿Por qué aquella mujer, luego de cinco años quería mostrarle el laboratorio, y más aun, hacerlo hablar con el químico para que le diese algún tipo de sermón moralizante?. Muchas ideas se cruzaban en ese momento por su cabeza, pero la que más resonaba era la de que esta mujer iba a hacer algo que tenía calculado desde hace tiempo; (tonterías, me necesita, pensó), eso lo tranquilizó un poco. Luego de manejar unos diez minutos por aquel camino rodeado de árboles llegaron a una cabaña que parecía abandonada, sin luces, sólo abandonada a su propio abismo.
-Bueno, hemos llegado, las luces están apagadas, el laboratorio se encuentra en el sótano.
-Ok.
-Sígame por favor, ¡ah! ¡Le daré la posibilidad de abrir este lugar que es como un templo para mi!, vamos anímese tome las llaves hombre, no muerden.
Merrell tomó las llaves y en medio de la oscuridad no podía ver cual era la correcta, entonces prendió la luz del celular. En ese preciso instante cuando dio con la llave correcta y pegó una vuelta completa a la cerradura, sintió un fuerte pinchazo en el cuello.
-Maldita hija de puta qué me inyectó.
-Camine hacia adentro y por favor mantengamos la calma, somos profesionales (decía esto al mismo tiempo que encañonaba a Merrell).
Entraron. Por supuesto que era la misma cabaña que Slovsky años atrás había utilizado para eliminar al idiota de la visera. Amanda encendió una luz, esta vez las ventanas estaban cerradas, la espesura del bosque y el hecho de que cinco hectáreas a la redonda le pertenecieran, hacía que aquel lugar fuese como Auschwitz pero en un paraíso. El efecto del Pentobarbital estaba comenzando a hacer efecto en Merrell.
-Siéntese en esa silla, ya otros han tenido el honor.
-No se saldrá con la suya, si me mata, los tres doctores con los cuales todos los días me pongo en contacto sabrán que algo malo me pasó, y ese será su fin.
-Hombre, descuente eso, yo soy la que maneja la distribución de la droga, sólo deje que usted creyera que era importante en esta cadena, pero lamentablemente fue solamente un pequeño e insignificante eslabón.
-¡Podemos extender la distribución hacia la zona del este, conozco un par de contactos allí, por favor no me mate!
-Es increíble que cuando el ser humano encuentra su vida en peligro, hace y dice lo que sea necesario para mantener la esencia de la vida. Muy bien, despreocúpese, tengo todo arreglado, nadie notará que un pequeño eslabón se soltó de la cadena, y en el caso de que lo hagan, quedará bien en claro quién es el que manda en este negocio, ¿no es así?. (Mirada y risa sarcástica).
-¡Usted está completamente demente!, las mismas pastillas que fabrica y que consume le han comido la conciencia si es que alguna vez tuvo una.
-¡Por supuesto que si, todo lo he aprendido de mi maestro!. Slovsky.

Era hora de terminar con aquel infeliz. Merrell que estaba bajo el efecto del narcótico estaba comenzando a desmayarse. Amanda se dirigió hacia la cocina y trajo consigo un cuchillo eléctrico de cortar pan, de esos que tienen serrucho en su hoja. Merrell aunque drogado, todavía estaba conciente. La miró directamente a los ojos  y por un instante bajó la vista, era el fin. Amanda se acercó lentamente por detrás, enchufó el artefacto, y lo echó a andar, el ruido parecía hasta cómico en aquel momento; era como si se hubiese puesto en marcha un cepillo de dientes maquinalmente, ese instrumento en segundos terminaría con la vida de Merrell. Amanda que estaba atrás del patizambo y aterrorizado tipo, puso frente a sus ojos el arma homicida, la hoja de unos treinta centímetros de largo reverberó el cuello del pobre infeliz; Aquel inmóvil tanto por el somnífero como por el pánico, dejó que Amanda llevase su cuello hacia atrás sin resistirse, pero con lagrimas en los ojos. Amanda presionó con fuerza la hoja sobre el cuello, fue como cortar una rodaja de pan, así de sencillo. En pocos segundos la cabeza de Merrell había quedado cercenada. Amanda sintió un alivio y a la vez placer de haber llevado adelante aquella empresa. Sólo había que deshacerse del cuerpo, no era problema ese. Había alguien que allí estaba oculto viendo lo que le sucedía a Merrell y que orgásmicamente gozaba con cada alarido del pobre estúpido, que la ayudaría a llevar un cuerpo más al macabro aljibe, donde Slovsky metódicamente se había cargado varias victimas. No era agua lo que había en el fondo de éste, sino una sustancia conocida como: Surfactante catiónico, la que rápidamente desintegraría la materia grasa reduciéndola prácticamente a cenizas por así decirlo. Esta persona que se encontraba en las penumbras y que ayudó a Amanda, fue el primer químico que tuvo como ayudante Slovsky, salvó su vida de milagro, a cambio de un trato con el perverso Bielorruso, su ojo derecho.

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