Segunda
parte
Capítulo 1
Mente y cuerpo
Víctor
Slovsky estaba sintetizando con la ayuda de su asistente químico la cantidad
necesaria para abastecer el negocio. Había pasado un mes luego de aquel
incidente con el estúpido de la visera y con Brían, ya eran ambos un recuerdo
nefasto en su mente. Todo marchaba según los planes de Amanda, que desde el
primer momento fue la encargada de la logística de distribución de los
barbitúricos. La marca del medicamento fue concebida una noche de reunión entre
Amanda y Slovsky en la casa de éste, entre copas de vino tinto, ambos
decidieron que el nuevo barbitúrico con propiedades alucinógenas, aquella droga
de diseño comercialmente saldría a la venta de su círculo de consumidores bajo
el nombre de Toramine. Estaban
contentos de que todo marchase según lo planeado, que la distribución fuese
perfecta y que las autoridades de control de medicamentos estuviesen bajo la
influencia de Slovsky.
Aunque
fuese un hombre con un pasado oscuro, su mente era brillante, no dejaba ningún
detalle por más mínimo que sea librado al azar. Los cabos sueltos no podían
estar dentro de las estadísticas, el lema era ¨hacer lo que fuese necesario, el fin justifica los medios¨, siempre
se lo decía a Amanda, y lo cumplía a la perfección.
Había
uno de esos cabos que aún no había podido atar, y era precisamente la mujer que
estaba detrás del negocio, la cara visible del imperio que se estaba
construyendo gracias a él, al químico que había logrado sintetizar un
barbitúrico novedoso por completo, y que tal vez en algún momento, podría
exportarse con grandes beneficios para ambos. Amanda no podía ser la que se
llevase todos los honores por el sacrificio de su brillante inteligencia, por
el contrario, si lograba que Amanda contrajese matrimonio con él, la mente y el
cuerpo del negocio estarían en el lugar donde deberían estar, no por separado.
Luego
de unas cuantas copas, Amanda estaba en el punto justo para que Slovsky pudiese
escupir la proposición. Ella era doce años más joven que él, pero aunque la
diferencia de edad era mayor a una década, no se notaba en absoluto. –¡Estoy en
este momento dispuesto a hacerte una proposición que tal vez te interese, dado
que no solamente eres bella sino que también lo suficientemente inteligente
como para meditarla si es necesario, inteligencia y belleza no se encuentran
seguido por estos tiempos, no van de la mano, y vos las tenés a ambas a tus
pies!. -¿Y cuál sería esa proposición tan interesante que me proponés? (dijo
Amanda entre risas provocadas por el alcohol en su cabeza). -¿Te casarías
conmigo?. –Ja,ja,ja,ja. Yo, casarme con vos, (carcajadas sarcásticas), y ¿por
qué haría semejante estupidez?, perdón no es que quiera rebajarte, sos un tipo
¡guapote chico!, pero quiero decir, no estoy interesada en ningún casamiento.
Slovsky
quedó sorprendido, aunque atribuyó la respuesta al alcohol que había bebido
Amanda. –No importa, mañana hablaremos de esto, cuando estés en condiciones de
hacerlo. (Dijo mirando hacia la chimenea del living). –Este es el momento de
hablar. Entonces digamos que me caso con vos, ¿Cuál sería el beneficio mutuo,
porque nuestro negocio está funcionando perfectamente?, ¡decime Slovsky, ¿cuál
sería el beneficio?. Slovsky comenzó a pensar en dos alternativas posibles, la
primera que descartó prácticamente en forma instantánea era meterle un plomo en
la cabeza en ese mismo instante a aquella mujer, la segunda que fue la que
esbozó, explicaba las conveniencias de que si ambos estuviesen casados, la unión
haría mas fuerte el negocio, y los distribuidores verían en ellos la fortaleza
de una empresa consolidada como debía ser, mente y cuerpo unidos. –Patrañas
Slovsky, aunque soy una mujer inteligente como bien lo has dicho, lo pensaré y tendrás
mi respuesta en los días siguientes, porque si no calculo mal, la primera opción
que se te ha venido a la mente es hacerme comer una bala, ¿o no es así?. –Amanda, por favor si hubiese
querido sacarte del medio de este negocio hace tiempo que serías historia, esa
no es mi intención, y nunca lo será, por otra parte debo decirte que además de
lo que ya te he dicho, me siento atraído por vos, me gustás Amanda. –Mmmmm,
¡que lindas palabras escuchan mis oídos!, ¿será cierto lo que sale de tu boca?,
tendré que comprobarlo por mi cuenta. Esta bien, dame un par de días y te
confirmaré o refutaré la idea, no quiero que me presiones y tampoco quiero que
te tomes mi respuesta livianamente. -¡Por supuesto querida, la esperaré
ansioso!. (Slovsky movió en forma circular su vaso de whisky)
Amanda
luego de las doce de la noche se retiró de la casa de Slovsky, debía ir a ver a
Ernesto que había quedado a cargo de su niñera. Mientras manejaba su auto pensó
que aquel tipo estaba manipulándola para obtener todo el beneficio, para salir
a relucir y ponerse a su altura, a la altura de ella, el cerebro de esta
organización. Claro que no descartó que el químico era una parte fundamental
del negocio, pero calculó también que su ayudante estaba siendo entrenado por
Slovsky y que ambos sabían sintetizar el barbitúrico, por lo tanto ella tenía
una carta en la manga; Slovsky era un peón más arriba del tablero que podía
moverse de acuerdo a como ella quisiese, porque ella era la dueña del juego.
La
posibilidad del casamiento con Slovsky tenía una sola ventaja, Ernesto. Al fin
y al cabo tendría un padre, o al menos alguien a quien llamar papá, porque su
hijo no estaba todavía maduro para comprender que su verdadero padre la había
violado, y que ese acto inmundo le había costado la vida. Cuando Amanda comenzó
con la empresa de los barbitúricos con Slovsky, Ernesto sólo tenía ocho años y
las preguntas sobre su padre eran cada vez más recurrentes. Amanda se las
ingeniaba para decirle que por su trabajo y por algunas cuestiones que tenían
que ver con problemas de la pareja, su padre estaba de viaje por Europa, pero
que estaban tratando de reconciliarse y que no faltaría mucho para que
volviese; Ahora tenía una posibilidad perfecta delante de sus narices y la
aprovecharía, por fin Ernesto dejaría de hacer preguntas y tendría al padre que
tanto anhelaba tener entre sus brazos, para que fuesen a jugar juntos y se
divirtiesen como una verdadera familia.
El
cinismo de Amanda llegó a su punto de clímax en los días subsiguientes, habló
con Ernesto y por fin le dijo que su padre al cabo de un mes estaría de regreso
en la casa y que nuevamente volverían a ser una familia feliz, que todos las
diferencias que habían mantenido en el pasado habían desaparecido, y que el
amor había renacido gracias a que su padre se había arrepentido de haberlo
abandonado siendo tan chico para seguir una beca sobre investigación de química
nuclear en Alemania. Ernesto estaba feliz con aquella noticia, volverían a ser
una familia, volvería a reencontrarse con un padre que nunca conoció, pero que podría
llamarlo papá y el ser acariciado y mimado como un verdadero hijo se lo merece,
porque aunque su madre cumplía con ambos roles, la figura del padre estaba
desolada en la mente del chico.
A los
cuatro días, Amanda llamó por teléfono a slovsky, y ambos convinieron un
encuentro en un lugar neutral, donde todo había empezado. –Lo he pensado, y
estoy de acuerdo en la proposición que me hiciste, lo he pensado muy bien, te
juro que lo hice, y aunque no lo creas calculé bien cada una de las opciones
que tenía disponibles al alcance de mi mano. Mi respuesta es un si. -¡Gracias a
Dios Amanda, no puedo estar más feliz, es lo que siempre desde el primer
momento en que te ví quise, siempre estuve enamorado de vos, cuando te veía en
clase… -Está bien, está bien,
ahorrémonos la charlatanería y convengamos lo siguiente:, nunca me sentí
atraída por vos, bajo ningún punto de vista, y bajo ningún aspecto, nunca
fantasee con cogerte, nunca te ví salvo como a una persona brillante, por lo
tanto tengo solamente una cosa que pedirte, porque vamos a vivir bajo el mismo
techo. Slovsky por una milésima de segundo pensó en sacar de su cintura su
Glock y ponerle un tiro en un ojo a aquella perra que lo estaba rebajando como
a un don nadie, pero hubo algo que detuvo aquel siniestro pensamiento. -¿Y cuál
es la condición entonces, que no tengamos sexo?. –Eso después se verá, no te
creas que una mujer puede vivir colándose los dedos en la argoya toda su vida,
tengo treinta y nueve años y desde hace más de cinco que no veo una pija de carne
y hueso, pero no te confundás, eso no quiere decir que la primera que encuentre
va a ser la primera que voy a destrozar con el orto, ¡banalidades!, quiero
decir que con el tiempo se verá, las relaciones sexuales son una cuestión
secundaria digamos en este matrimonio de mentira, lo que quiero pedirte y si es
que querés vivir conmigo bajo el mismo techo y siendo mi esposo, esperando que
en algún momento te deje que me cojas como tu mente retorcida muere por
hacerlo, es que le hagas creer a mi hijo Ernesto que sos el padre, y que
tuviste que abandonarlo de chico por digamos, una pequeña infidelidad que te
fue perdonada y que aprovechaste la ocasión para viajar a Alemania becado para
una investigación sobre química nuclear, eso es todo, ¿alguna objeción?.
Slovsky que estaba a punto de matar a aquella mujer que lo había denigrado
completamente, por una cuestión de un reflejo condicionado inconscientemente asintió
con su cabeza, aceptando las condiciones que le había impuesto aquella maldita
mujer. –Entonces deberemos hacer el casamiento en un lugar alejado, sólamente
por civil, obtener nuestra libreta de matrimonio y luego de eso podrás entrar
en mi casa. No quiero decir lo que es obvio, pero la que pone las reglas soy
yo, a partir de este momento, estás estrictamente subordinado a cualquier cosa
que te ordene, no tenés más autonomía propia como la tuviste hasta ahora, por
lo tanto si por alguna razón se te ocurre tomar una decisión sin preguntarme
primero, las consecuencias serán del mismo tenor que la decisión que tomaste,
creo que está todo aclarado y no quedan espacios en blanco que rellenar,
¿alguna objeción?. –Ninguna.
A las
tres semanas Slovsky se mudó a la casa de Amanda, -como ésta lo había
planeado-, y abrazó al pequeño Ernesto
con un amor fraternal de padre ausente, el niño lloró al ver su padre que no lo
era, Amanda desde el comedor con un cigarrillo en la boca, miraba la escena patética
que tuvo que montar para el bienestar de su hijo, porque esa había sido la
verdadera razón, Ernesto.
Slovsky
se comportó como un buen padre durante los meses siguientes, se repartía sus
horas del día entre el laboratorio y su nuevo hogar, cuando llegaba entretenía
a Ernesto como lo solía hacer con Inna e Irina, tenía –ahora- un hijastro, un varón
como siempre habían querido tener con su esposa. En alguna ocasión derramó una lágrima
recordando a sus hijas, y mientras jugaba en el living con Ernesto miraba de
reojo y con una sonrisa a Amanda para obtener su aprobación que nunca llegaba.
Amanda desde el momento en que Slovsky se mudó a su casa se volvió aún más
ermitaña, prácticamente cuando volvían juntos del trabajo, luego de lidiar con
los distribuidores y los productos químicos, ella se sentaba a la mesa con su
hijo y Slovsky, comían juntos y se iba a su cuarto a dormir. Slovsky entraba en
la misma habitación para que Ernesto creyera que todo era normal, pero una vez que cruzaba el umbral de la puerta de la habitación,
entraba por otra puerta secreta que lo conducía a una cama donde dormía
solitariamente toda la noche, todas las noches.
Algunas
de ellas, de tanto en tanto, Amanda se masturbaba en su cama y gemía lo más
alto que podía para que Slovsky la escuchase, por supuesto que la escuchaba y
él también satisfacía su necesidad humana primordial solo, se sentía una basura
humana, sentía que su cuerpo respondía a su mente pero su alma lo había
abandonado desde hacía mucho tiempo, prácticamente desde el momento en que vio
aquella explosión de la planta nuclear en la ventana de su departamento, su
vida a partir de aquel inolvidable suceso se derrumbaba poco a poco de a pedazos,
en algunos momentos pensaba en suicidarse, pero nunca tuvo el valor de hacerlo.
La
convivencia en la casa de Amanda era un remolino de incertidumbres y
complicaciones, en ciertas ocasiones las discusiones comenzaban por una
nimiedad, entonces Slovsky se sentaba en el sillón del living con un vaso de
whisky en la mano para ahogar el tiempo y la amargura. Su químico subordinado estaba
llevando el laboratorio adelante, y lo hacía muy bien. Merrell su mano derecha,
distribuía el barbitúrico de manera impecable, sin sospechas en toda la parte
este de la ciudad, el negocio se expandía.
El
siete de mayo por la mañana, como cualquier otro día, Slovsky se levantó de su
cama para ir al baño, un nuevo día comenzaba, tenía que ir al laboratorio ya
que el químico necesitaba hacer unas pruebas con el equipo nuevo que habían
adquirido. Cuando entró a ducharse, primero decidió a diferencia de otras veces
en primer lugar afeitarse. Tomó la crema y la brocha la esparció lentamente por
toda la cara, se miraba al espejo y veía alguien que ya no reconocía, no sabía
a ciencia exacta qué era lo que lo había motivado a sumergirse en esta porquería
que llamaba vida de matrimonio y que inocentemente engañado pensó que podría
funcionar en algún momento; En ese instante sumergido en aquel pensamiento, una
gota de sangre emanó de su fosa nasal izquierda, luego otra y otra, hasta
convertirse en un continnum casi imparable, se asustó. Tomó un papel higiénico y trató de taponar la nariz con un pequeño
bollo inclinando la cabeza hacia atrás al mismo tiempo. Después de todos estos
años, al fin el mal siniestro y silencioso que obraba en su cuerpo desde aquel día
en que la radiación ingresó a su cuerpo, empezó a sacar a la luz, a su propia y
oscura luz, el efecto que había empezado mucho tiempo atrás.
Slovsky
no lo sabía, en ese corto lapso de tiempo creyó que se trataba de un acceso de
flujo sanguíneo de una vena de su fosa nasal y que ésta se había reventado por
la presión arterial, pensó para sí mismo y murmuró casi en silencio para auto
convencerse de que aquello que nunca se había manifestado anteriormente, era
algo que pasaría, todo estaría bien y seguiría siendo así. Lamentablemente el
pensamiento y el deseo de los hombres muchas veces no se condicen con la
nefasta e irreversible realidad que en
muchas ocasiones los golpea tan fuerte que los hace pensar que están viviendo
una fantasía, una ficción que algún escritor escribió perversamente; Que solo
hay que dar vuelta la página y la historia cambia, entra en escena otro
personaje, y en el momento en que uno debe articular nuevamente el nuevo parlamento,
la realidad mágicamente ha cambiado, para bien.
Slovsky
terminó de afeitarse, terminó su ducha, desayunó algo liviano con un café
cortado y se dirigió como todos los días al laboratorio, cuando llegó al
depósito dos nuevos empleados estaban ya llevando adelante el negocio de
repuestos, los contratos duraban lo que él decidía y muchas de las veces ese
período no era mayor a los seis meses; los cabos sueltos tienen que ser atados
siempre, nunca nada pero absolutamente nada para Slovsky quedaba librado al
azar o a la suerte, fríamente calculaba cada movimiento que se jugaba sobre el
tablero de ajedrez.
-¡Buenos días Sr.
Slovsky! (dijo el químico encargado).
-¡Buenos días,
espero que el nuevo equipo esté funcionando como debe ser!.
-Así es, y es por
eso que lo llamé personalmente a su celular satelital, usted sabe que no
molesto a mis superiores si no tengo una razón viable y necesaria estrictamente
para hacerlo.
-No hay problema,
por favor, muéstreme como funciona todo.
-¡Adelante, con
este nuevo centrifugador, la producción aumentará un treinta por ciento más de
lo que se produce hasta ahora!.
-Perfecto, entonces
deberé ponerme en contacto con Merrell para que busque expandir el negocio a la
zona Oeste, ya he escuchado rumores de que el medicamento esta llegando en
forma clandestina por esos lados, y un tipo llamado Ramírez, que es el que
distribuye metanfetamina en la zona, parece estar molesto con el avance de una
nueva droga en su territorio. Por lo tanto existen dos opciones:, una
distribuye nuestro producto, dos, limpiamos la mugre y ponemos nuevos muebles
dentro de la casa.
-¡Completamente de
acuerdo!.
-Personalmente
hablaré con Merrell esta tarde.
Slovsky
saludó al químico estrechándole la mano y se retiró luego de estar más de una
hora en el laboratorio supervisando la producción.
Al
subir al auto sintió que se mareaba, sintió que su cabeza daba vueltas y que su
presión descendía drásticamente. En un segundo pudo ver en el espejo del auto
como nuevamente su nariz sangraba profusamente, tanto que había manchado su
impecable blanca camisa. Sintió pánico, un acceso de taquicardia pareció
sacarle el corazón por el pecho. Algo andaba mal, y la pérdida de sangre de su
nariz era algo que no era usual, nunca antes había experimentado aquel
incidente. Sintió que moría de un paro cardíaco, que tendría un infarto. Su
brazo izquierdo comenzó a dolerle, a hormiguear desde el hombro hasta la última
falange del dedo mayor, se adormecía lentamente, sintió morirse, y en el
desesperado intento por que ingresara una mayor cantidad de aire en sus
pulmones llegó a hiperventilarse y luego de ello se desmayó.
Estuvo
inconsciente en el auto por al menos unos diez minutos. Uno de los nuevos
empleados del negocio de repuestos que había visto a Slovsky subirse a su auto
hacía unos quince minutos, vio que el automóvil no se movió en ese lapso de
tiempo, se preocupó y decidió ir a ver qué le sucedía a su jefe. Cuando se
acercó a la ventanilla del conductor –que estaba cerrada-, Slovsky estaba
apoyado sobre el vidrio con un hilo de baba sobre la comisura izquierda del
labio y una gran mancha de sangre en el pecho. Pensó que lo habían tiroteado,
pero no vio signo alguno de violencia o de un disparo en el parabrisas del auto
ni en ninguna otra parte visible de éste, por lo que pensó que se trataba de
algo grave, algo le había sucedido a Slovsky que lo había dejado inconsciente
dentro del auto y no había recuperado hasta el momento la conciencia.
Se
despertó en el hospital de Bordeaux con una enfermera a su lado que le tomaba
la presión.
-¿Dónde estoy?
(dijo entre sorpresa y enfado).
-Está en el
hospital hombre, uno de sus empleados lo trajo hasta aquí.
-¡Tengo que irme inmediatamente
de aquí!
-Hasta que el
médico que lo recibió no dé la orden correspondiente y le dé el alta, usted de
aquí no se mueve, y si lo hace vamos a tener que sedarlo, aunque sea por la
fuerza.
No tuvo
más remedio que acatar la orden que le impartió la enfermera. Tendría que
esperar que le hagan estudios, porque cuando llegó el empleado les había dicho
a los doctores que había perdido la conciencia, sumado a ello la mancha de
sangre en la camisa producto de la desangración nasal. Los médicos ordenaron
una tomografía, debían estar seguros de que no hubiese ningún problema extraño
relacionado a un A.C.V.
Al cabo
de media hora de estar en una habitación solo, conectado a un suero para
estabilizar su presión y la descompensación que le había producido el desmayo,
un doctor vino a verlo. –En unos minutos lo llevaremos para realizarle una tomografía
y sacarnos cualquier duda Sr. Slovsky, ¿está bien pronunciado no?. -¡No tengo nada, es sólo un desmayo
doctor, a veces me baja la presión!. –Lo que nos puso en alerta fue la pérdida
de sangre, aunque puede haber sido causada por un pico de presión, queremos
descartar cualquier otra cosa.
Slovsky
de pronto estaba entrando por ese tubo iluminado que parece conducirlo a uno
hacia los umbrales de una dimensión desconocida e incierta. El ruido, la
blanquecina luz y el atuendo blanco siniestramente se amalgaman en un signo
mental tan perverso que el que lo experimenta siente que es el túnel de la
muerte al que está ingresando.
Una retícula
proyectada sobre la cabeza de Slovsky en forma de cruz sobre su cabeza, hizo que
el bombardeo de la maquina fuese aún más siniestro. Al cabo de unos minutos el
examen había finalizado; invitaron a Slovsky a que pasara a la sala intermedia,
que esperase unos minutos recostado en una camilla y que luego vendría alguien
a darle la orden de cambiarse. Así lo hizo, luego de eso tuvo que esperar en
una sala con las paredes empapeladas con láminas del cerebro humano y sus
secciones o disecciones, sus nombres científicos y su traducción al latín.
Estaba nervioso a la espera de los resultados que tardaban en llegar. Al fin el
médico entró con una carpeta no demasiado grande que contenía las placas y un
examen escrito detallando el inconveniente que Slovsky padecía.
-Muy bien doctor,
¿Qué es lo que tengo?
-(Mirándolo a los
ojos). Mire Sr. Slovsky no hay manera de decir esto de una forma suave.
-¡Ya veo que no!.
-(Dijo las palabras
de manera casi inmutable, como si fuese un trabajo que llevaba a cabo
diariamente). Usted padece un tumor en el cerebro, que se aloja en el Lóbulo
Frontal, por lo que indican los estudios tiene un diámetro de unos cuatro
centímetros. Voy a ser sincero con usted. Este tipo de tumores es prácticamente
inoperable, está alojado en el limite con el Lóbulo Temporal, es decir casi en
el centro del cerebro, eso es lo que lo hace prácticamente inaccesible. Debemos
hacer análisis de sangre completos y estudios completos también para estar
seguros de que no haya metástasis. En lo que no quiero mentirle es en lo
siguiente: este tipo de tumores es agresivo, y existen dos tratamientos
contiguos, el primero es una sesión de dos semanas con bombardeo de rayos para
reducir su tamaño lo máximo posible, luego de ello el tratamiento sigue con
quimioterapia, pero tiene suerte de que lo hayamos detectado a tiempo, el
diámetro aunque no es pequeño, puede reducirse, lo lamento, pero es el camino
que puedo ofrecerle, y la esperanza y la fe de que se reduzca para que usted
pueda vivir dignamente.
-¡Vaya que fue
sincero! (dijo Slovsky aturdido por la información que había recibido de
golpe). Dígame Dr. Cuáles son las consecuencias que sufriré mientras esté en
tratamiento, o mejor dicho, creo que no me expresé bien, cuáles son los
síntomas que este tipo de tumor me producirá.
-Bueno, al estar
ubicado en el lugar donde está, este tipo de tumores lo primero que afectan es
la memoria a corto plazo, luego el sistema motriz comienza a deteriorarse,
hasta el punto de que si no comenzamos con el tratamiento a tiempo, tendrá que
movilizarse dentro de unos meses en silla de ruedas, luego los miembros
superiores irán deteriorándose a tal punto que no podrá levantar una taza de
café.
-(Suspirando
profundamente). Muy bien, entonces deberemos comenzar lo antes posible, tendré
que ver cómo arreglo algunas cosas antes, negocios.
-El tratamiento no
es nada sencillo y por otra parte es caro Sr. Slovsky, ¿usted tiene un seguro
que cubra su área de salud?.
-Eso no es
problema, pagaré el tratamiento en efectivo. Dr. Le pido que esto sea de
absoluta confidencialidad entre usted y yo, no quiero que mi esposa y mi hijo
sepan que estoy padeciendo esta enfermedad, sería devastador para mi hijo de
ocho años saber que su padre va a morir.
-Por ahora no
piense en eso, lo primero que debemos hacer es comenzar el tratamiento, en el día
de mañana lo espero para empezar con los análisis completos para saber si
existe algún tipo de ramificación y luego, una vez que todo esté en orden,
comenzaremos con los rayos, por último la primera sesión de quimio; será una
cada quince días.
-Mañana estaré
aquí, ¡hasta entonces!.
Un
medicamento fue recetado preventivamente por el especialista para los mareos y
para evitar cualquier otro desvanecimiento mientras el paciente entre en
tratamiento. Slovsky salió del hospital desorientado, sintió que en ese momento
el mundo estaba apoyado sobre sus hombros, sabía que la hora había llegado, que
la muerte silenciosa había comenzado a trabajar desde que entró en la central
como ayudante para salvar a aquel país que hoy es ajeno a sus objetivos, hasta
el convencimiento y el patriotismo por el cual él había dado prácticamente su
vida en la década de los ochenta ya hoy no existía, no había quedado ni un
atisbo de todo aquello. Hoy solamente existía él y la muerte silenciosa, el
tiempo se estaba acabando, se le estaba extinguiendo entre sus manos y la
impotencia de saber que lo poco que se podía hacer era tan insuficiente que su
muerte llegaría tan pronto que ni se daría cuenta cuando sucediese. Lo peor de
toda esta tragedia era que el dinero que estaba ganando producto del
barbitúrico que él había diseñado sería en vano, que no podría comprar su vida
y que tampoco podría dejárselo a su familia. Sentado en su auto, una lagrima
cayó de su ojo derecho, aquel hombre fuerte que había estado frente a frente
con la muerte en la Central
más peligrosa del mundo y que había tenido que soportar haber perdido a su
familia, ahora era vulnerable y esperaba la muerte, el mismo medio que él también
había utilizado para justificar el fin.
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