Partida

En su mirada había un dolor de pardos ojos secos.
En su corazón latían los ecos de tiempos que rememoraba ya muertos. Percibía a lo lejos el aroma de una brisa húmeda con vestigios de un sabor amargo que corroía su paladar atormentado.
A pesar del peso que agobiaba sus espaldas, se irguió orgullosa. Cuando en otros tiempos se había enterrado en el subsuelo donde moran los que suspiran los lamentos; comprendió que aquel suplicio aún no se hallaba en aquellos suburbios del alma, todo lo contrario, se aferró a la vida y recordó que aquí al igual que en el frío fango, el espíritu se regocija de la sutil esperanza de que el fin anhelado pronto la dejaría partir para encontrarse allí, con él.




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