El otro camino (Martín Ramos)

En aquellos días mitigaba con impertinencia una agonía irónicamente pegajosa; con arrabales grotescos escuchaba el canto de los pájaros y los destellos áureos de luces nocturnas que sesgaban calles desoladas. Imaginaba otra conciencia, pergeniaba discursos sordos que le mentían posibilidades inconexas. Si cerró pesadamente los ojos fue porque lo único que lo salvó tuvo algo que ver con el presente vivo de quien le tomó la mano para mostrarle el camino indeciblemente perfecto.

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