Hacía días enteros
y noches oscuras que obligaba a su cuerpo soportar el sacrificio cruel de la
devastadora soledad del alma, la misma que lo conducía a transitar un día más. Teseo
se emparentó con Ariadna para cometer su ¨noble homicidio¨, él no
estaba solo, pero no tenía a nadie ahora.
Una de las tantas noches en que
meditaba sobre su tormentoso pasado pensó una y otra vez, no en vano, en
llevarse el cañón a la boca. Los días -enteros-, las noches absurdamente
pegajosas, transformaron sus pensamientos negativos en incluyentes sucesiones
de hechos que lo habían llevado hasta aquel pesado estado agónico.
Levantaba su cuerpo del asiento con
una pesadez mortecina y, nuevamente volvía a comenzar la patética rutina que día
a día le pesaba vivir. El Laberinto de Creta parecía reproducirse
fotograma a fotograma en sus pardos ojos cansados de impertinentes promesas que
en vano se esfumaron entre sus manos.
Conoció los mas bajos instintos,
los que sacuden el cuerpo tan fuertemente que desprenden las hojas de la vida. Sufrió
vejaciones tales que debió redimirse a la pura obsecuencia de esperar impacientemente
que el fin se acerque veloz, como un viento huracanado. Soportó que las
necesidades de cualquier hombre fuesen secundarias, para aplacar cualquier
pensamiento estúpido que lo llevase a la locura. Tejió redes con fotos de sus
seres queridos, armó rompecabezas con recuerdos erosionados por el tiempo.
Aquellas personas que en el
pasado habían prometido con la boca cosas que el corazón negó, se interesaron
en cualquier cosa menos en su turbulento presente. Otras trataron de apaciguar las
angustias que le cerraban la garganta hasta no dejarlo respirar. Con éxito, éstas
lograron mantenerlo con un hálito suficiente de vida que reservaba para los
momentos de catástrofe interior. Pero su batalla continuó, una y otra vez
desenvainó la espada para cortar lazos que siempre fueron endebles e invisibles,
pero que allí estaban.
Un miércoles o jueves, no lo recuerdo
bien, decidió treparse al árbol frondoso de la esperanza. Escaló cada una de
sus frágiles ramas para poder llegar a la cima que parecía negársele. Cuando
pisaba en falso, la caída era estrepitosa, el suelo era tan duro como los
mismos golpes que recibía con cada cachetazo subrepticio y maligno en su cuerpo,
mellado por cada uno de aquellos infortunios. Con su grave mirada volvía a
descubrir nuevos caminos para llegar a la cima. Aquel árbol lo desafiaba para
que trepase, y en ocasiones creyó que una lívida sonrisa irónica, despreciable,
lo incitaba a volver a intentarlo. Una vez más.
Pensó en encontrar algún tipo de
instrumento mecánico para arremeter con aquel obstáculo que frente a él se erigía,
virtuoso e implacable. Las personas que por la calle transitaban con miradas
indiferentes, se reían de su malogrado esfuerzo y con carcajadas románticas aturdían
sus oídos llenos de la angustia del estrepitoso ruido producido por los llantos
de niños que trataban de consolar su impertinente voluntad.
Una vez más escaló aquellas
ramas endebles que lo conducirían a aquella cima, triunfante. Con gran esfuerzo
logró ascender, pero su tenacidad era tan grande como su ego, por lo que luego
de días de manos destrozadas y pies mellados por aquel sacrificio logró llegar
hasta la tan mentada cúspide.
Allí, en aquel lugar, al igual
que Virgilio con Dante, leve paralelismo de la realidad en asincrónicas
circunstancias, alguien se presentó acometiendo un brazo hacia donde él se
hallaba estático y apesadumbrado. El que lo recibió le dijo con gran ímpetu: ¨Aquí
en la cima del árbol de la esperanza la vida te juega una pasada, esta inevitable
jugada estimado amigo te ofrece dos únicas opciones, las que se me está
permitido señalarte. Aquí a mi izquierda, como podrás apreciar, se encuentran
tus errores cometidos por la negligencia, que todo hombre carnal dejándose
llevar por por efímeras apariencias cree que aquello que enceguece a los ojos
conviene al cuerpo y al corazón, tal que abandona toda razón para obtenerlo y
pensar en ilusiones que jamás reconfortarán el espíritu, y que nunca lo harán. Míralos
atentamente y recuerda las buenas y malas cosas que el reflejo de la apariencia
te hizo feliz e infeliz a un tiempo. Examina lo que un hombre puede hacer por
el solo hecho de observar con los ojos y no escudriñar con el corazón. Intensifica
ahora tus sentidos y escucha lo que tus errores tienen para decirte. ¨ En aquel
momento, un avasallante ruido seco ensordeció a aquel que había caído en una
perversa trampa pergeñada por abominables seres que lo habían hundido en sus apestosas
heces.
Podía ver risas de satisfacción,
como si aquellos se jactasen de su propio sufrimiento. Escuchaba carcajadas
urdidas por las mismas bocas que en otros tiempos ofrecieron falsas sonrisas,
dulces palabras que hoy se transformaban en amargos recuerdos. Vio las
inescrupulosas actitudes que lo habían llevado a un abismo tan profundo como el
vacío de esas personas en su corazón, tallado por cinceles crueles y no por las
manos divinas. En fin, allí estaban los que hoy disfrutaban enceguecidamente de
su sufrimiento.
El asco que esto le produjo debilitó sus pies al punto de quebrantarlo y
hacerlo caer nuevamente al abismo. Vomitó blasfemias contra aquellos para expulsar
su propia culpa, la de haberse equivocado tan atrozmente. Luego de ello el otro
volvió a hablar: ¨Como podrás ver aquí de este lado, las apariencias del
cuerpo engañan cuando no son acompañadas por un noble corazón, sincero. Amigo mío
-dijo-, si te dejas llevar por este pecaminoso camino volverás a caer en
lo mas profundo de las tinieblas que hoy se posan sobre ti. Es tu decisión, la
cual otros ya tomaron, pero de igual forma, eres libre de elegir de ahora en
adelante.
Volvió su vista con un asco
que se reflejó en un estremecimiento repentino. Y nuevamente habló el otro
diciendo: ¨Aquí a mi derecha está la prudencia, la cual pocos hombres ven, porque
a diferencia de tus errores, ésta no se presenta como león vestido de cordero,
por el contrario, tú y solo tú debes saber que en ella se encuentran los deleites
mas exquisitos, que a veces no son
vistos por los ojos, mas si recibidos con alegría por el alma y el corazón. Debes
saber bien que aquí el regocijo de tu alma es lo mas importante que tiene este
otro lugar, que no importa lo que tus ojos digan, sino lo que tu corazón sienta.
Entonces mira y escucha muy atentamente, pues no has venido hasta aquí sino
para elegir lo que quieres de ahora en adelante mi calamitoso amigo.¨ Entonces
aquel pobre diablo alzó los ojos hacia la prudencia, y con regocijo en el alma
pudo ver que allí estaban los que siempre estuvieron, los que endulzaron sus oídos
con suaves y tercias palabras que de la boca emanaban pero que con el corazón producían.
Vio claramente el amor, vio con sorpresa que allí estaba la felicidad que había
perdido hacía tanto tiempo, confundida ésta con buenos pero insignificantes
momentos.
Logró comprender que a
diferencia de las apariencias, aquí había corazones nobles que estaban
decididos a recibirlo nuevamente, sin remordimientos ni reproches a éste que
dejado llevar por las narices se hundió en pesados sueños en días y noches
oscuras.
Allí se encontraba lo que
siempre tuvo pero que nunca pudo ver, lo que le fue negado al corazón por la
ceguera de ojos inertes. Todo lo que necesitaba estaba allí, en la prudencia. Allí
lo esperaban los que siempre lo habían cuidado, los que lo habían rescatado del
mas profundo abismo. ¨Entonces amigo mío -dijo el otro-, ahora es
momento que tu decisión sea tomada por tu sabia pero antes corrompida mente y
por tu corazón, que en este momento pueden decidir lo que te hará feliz de
ahora en adelante, aquí está la paz del espíritu, el perdón y luego de ello la
esperanza volverá a renacer dentro tuyo. Elige lo que de una vez por todas y
para siempre perdure en tu alma y en tu corazón. Elige pues. ¨
Un leve rocío comenzó a caer
sobre ambos mojando un lado y haciéndolo reverdecer, mientras que el otro apagaba
las carcajadas que cada vez se escuchaban mas lejanas. Por fin y en un solo
instante, aquel pudo cruzar una endeble rama que frágilmente se hallaba bajo su
pie, la diestra fue elegida para alcanzar lo que tanto anhelaba durante todo el
tiempo que había perdido, ahora el reloj comenzaba a avanzar velozmente, ahora
y solo ahora estaba convencido que en el pasado quien se había acercado prometiendo
verdades falaces, se hundía bajo la misma miseria en la que hasta en ese momento
él se hallaba.
Martín Ramos (2019, oct.)