
La quietud reina con lívidos y fugaces relámpagos
Que intensos recaen sobre la blanca atmósfera.
Resuenan en silencio los acordes de las voces
Y encuentran oídos para ser escuchadas.
A quien podría estremecer de lamentos
Que no impregne por si solo de su prestancia.
Tal que de una u otra forma acaricie con sus manos
A las horas en las cuales ya nada cuenta.
En soledad y al amparo de la noche escribo
Estas líneas que parecen deshilvanadas.
Que cualquier otro poeta
Tildaría, de escombros de la palabra.
La habitación se tornó mas fría de lo común. La silueta de la luna entraba por el abismo de la ventana abierta. La máquina de escribir martillaba sobre el blanco papel seco, las tintas que resonaban en la espesura del inconsciente.
La puerta pesada, chilló suavemente. Las pinoteas lustradas parecían cansadas. Pasos que se acercaban.
Sudor frió que mojaba las sienes, nada más que decir. Todo lo demás no contaba, sólo el sonido de las olas a lo lejos que el viento traía y llevaba.
En la hoja delgada que se izó de pronto y decidida, resplandeció la luz de la madrugada.
Y yo que pensaba que escribìa cuentos infantiles...
ReplyDeletejajajaja. Nada que ver!!!
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