Me pulvericé los ojos mirando una flor reverdecida por
fuera, pero seca como una mano muerta por dentro. Creo que a millones de años
luz de aquí, alguien recordará este instante como el defecto de quien quiso
acariciar con el alma algo que de por sí había fenecido con cada mirada pasada,
con cada caricia que lastimó sus ahora repugnantes pétalos.
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Despedida
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