Ella





















      Indeciblemente hermosa, ella con su pelo platinado como pinceles que dibujan trazos perfectamente definidos por el alma, dibujaba con el color de sus ojos –al igual que el verde oleaje del mar- abstracciones de una realidad que la rodeaba alcanzándola una y otra vez, expresaba con cada movimiento de su mano lo que en realidad era: un alma áurea, tal vez solitaria, que encajaba en un mundo imperfecto pero que plasmaba imágenes reverberadas desde lo más profundo de su alma. Él la observaba tratando de mitigar su asombro.

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