Con una mirada torpe, de esas que buscan un refugio solícito en árboles secos por otoños grises, trató de encontrar a quien buscó durante años de angustia y soledad.
Conectó sus párpados con los latidos de su corazón impaciente, frotó sus manos ante aquel frío que se hundía en sus huesos hasta paralizarlo.
-¡No llegará!-, pensó.
Al cabo de unos minutos, las puertas de la clandestina capilla se abrieron a hurtadillas de sus más apesadumbrados recuerdos.
Dos, tal vez tres personas, -no lo recuerdo muy bien-, entraron con ella. Aún resguardaba la hermosura de sus años mozos. Se apoyó sobre aquella madera extática del costado derecho y con unas lágrimas en los ojos le besó la mejilla izquierda.
Conectó sus párpados con los latidos de su corazón impaciente, frotó sus manos ante aquel frío que se hundía en sus huesos hasta paralizarlo.
-¡No llegará!-, pensó.
Al cabo de unos minutos, las puertas de la clandestina capilla se abrieron a hurtadillas de sus más apesadumbrados recuerdos.
Dos, tal vez tres personas, -no lo recuerdo muy bien-, entraron con ella. Aún resguardaba la hermosura de sus años mozos. Se apoyó sobre aquella madera extática del costado derecho y con unas lágrimas en los ojos le besó la mejilla izquierda.
A. B.M.P.
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