De reojo miró su costado derecho.
Simétricamente al izquierdo gravitaba relajado.
Levantó su mano siniestra y obligó a su amiga a apoyarse sobre la mesa.
Tamborileó los dedos a la espera de la señal.
Nunca llegó.
Tal vez luego de mucho tiempo, aún guardaba la esperanza que algún día las cosas fuesen diferentes.
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