No supieron que aquel día ocultaba tras su profusa tiniebla los rasgos macabros de un Apocalipsis inminente.
El sol ya no era el mismo, sus cuerpos, inertes, yacían sobre el suelo, a esa altura resignados, casi muertos.
Sumergidos en su agonía tal vez recordaron épocas pasadas, ahora todo aquello sólo era un feliz recuerdo escurridizo, imborrable, al mismo tiempo efímero. El fín se acercó irremediable. Ellos interhumanos, solo podían esperar el desenlace fatal.
Sobre sí el cielo cerró su palidez y seguramente antíope, esa ciudad olvidada, en el instante final dejaría de existir llevándose aquellas almas consigo. El compromiso que detentaron con el mal los destruyó, no mostraron de su parte arrepentimiento, al contrario, tenían orgullo.
Subsecuente al cataclismo devastador, una tenue lluvia mojó los campos, ahora aquella tierra estaría limpia, para siempre.
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