Toramine. ¨Camino hacia el abismo¨














Prólogo (Abstract)



La historia que aquí se cuenta tiene que ver con la gente que quiere vivir una ficción  dentro de una realidad paralela. Pero no obstante que estos individuos son los actores de esa ficción, detrás de ellos existe una, dos, miles de organizaciones que son las que los proveen de  esas drogas, gente sin escrúpulos que dentro de un negocio oscuro y macabro, en ciertos casos mata por el simple hecho de estar en la cúspide, sin importar a quien. La historia que el autor cuenta y pone en manos del lector lo adentrará en un mundo sin escrúpulos, que en muchas ocasiones se tornará despiadado y en otras en contra de aquellos que manejan el negocio de las drogas de diseño. 

Toramine. (Abstract)


















Petrov por orden de Diatlov, puso dentro de los habanos que habían de fumar, una dosis letal pero controlada del bacilo del Ántrax. Aquella dosis que fue insertada dentro del tabaco de los cigarros, era lo suficientemente potente como para exterminar a un ser humano en dos horas, luego claro está, de haber ingerido aquella dosis. La muerte por esta enfermedad no es algo que sea de lo más agradable. Se empieza con una pequeña tos, muy parecida a la que da comienzo a una gripe leve, luego de ello la temperatura corporal comienza a elevarse progresivamente pero de manera constante hasta alcanzar luego de ingresado el bacilo en el torrente sanguíneo, a unos cuarenta grados centígrados, en algunos casos uno o dos grados más, por lo tanto la persona empieza a delirar por la excesiva fiebre corporal, lo primero que comienzan a producir disfunción son los pulmones, las vías respiratorias se congestionan producto de ulceraciones dentro del esófago y por último la pleura; subsiguientemente se produce un sangrado interno que produce la muerte por asfixia,  mientras tanto  comienza a prepararse una parálisis total de los miembros inferiores y  superiores del cuerpo. La persona está conciente en el proceso,  la muerte es lenta y dolorosa si no se trata con el antídoto correspondiente, claro, un derivado de la Metilamina que Diatlov y Petrov tenían en su poder, pero que Sachenco carecía. Todo quedó resuelto y comenzaron a brindar. Lo que Sachenco no sabía era que tanto Diatlov como Petrov habían previamente tomado el antídoto, de todas formas luego de salir de allí, deberían ser tratados con urgencia, porque el poder del bacilo es lo suficiente como para que con una sola dosis de antídoto no se pueda salvar a un ser humano.
Sachenco no tardó en encender un puro, convidó otro a Petrov y lo mismo hizo con Diatlov y Boyle. En ese instante, la mirada que Diatlov le dirigió a Boyle fue algo que aquel tomó como una señal, la que le salvaría luego la vida, un leve movimiento de ojos hizo que desistiera de agarrar el puro. Boyle le hizo un ademán terminante a Sachenco de que no fumaba y que quería seguir con buena salud para llevar a buen puerto los negocios. Sachenco lo miró fijamente; al otro la sangre por un instante se le heló dentro de su propio cuerpo, y su corazón pareció dejar de palpitar por unos segundos; Luego de ello Sachenco largó una gran carcajada, -Estos científicos son de lo más extraño, por Dios, ¡si hubiese seguido esos pasos, hoy sería otro hombre!. Luego de aquellas palabras los tres encendieron sus correspondientes cigarros, pitaron largamente por el espacio de veinte minutos, conversaron de cosas banales, de nimiedades, ya todo estaba resuelto, hasta Sachenco dijo, prometió, que enviaría un par de mujeres, (de las mejores) para que los genios del Toramine se relajaran. Los otros sorprendidos asintieron y sonrieron de la mejor manera que pudieron. Al cabo de media hora de perder el tiempo en habladurías, de pronto, en forma abrupta Sachenco se paró, Petrov hizo exactamente lo mismo. Miró fijamente al otro. En ese instante el guardaespaldas de aquel sintió algo extraño y llevó su mano a la cintura donde tenía su pistola. Sachenco cómodamente sentado en su sillón miró también fijamente a Diatlov y sonrió, una mueca que simulaba, que fingía camaradería pero que escondía una traición que jamás llevaría a cabo.
Estrecharon sus manos. Quedaron en encontrarse al día siguiente para ultimar los detalles de la importación de la droga en los barriles de los envíos de la Hidroxilamina de Fronmd hacia el país y luego el negocio estaría cerrado definitivamente. Sachenco se incorporó de su sillón y estrechó fuertemente la mano de Diatlov, la de Petrov y la de Boyle, quedó satisfecho, todo estaba en camino, el negocio se había puesto en marcha ya.
De pronto una tos seca salió de su boca, la atribuyó a los constantes cambios de temperatura y a la calefacción deficiente de la oficina. Cruzaron unas últimas palabras y se retiraron.
Boyle a los quince minutos de que los otros dos hayan desaparecido del lugar, pidió permiso a Sachenco para poder retirarse a descansar y le sugirió a éste que se mantenga en contacto vía telefónica con él para la reunión prevista para el otro día. Nada sabía de lo que le esperaba al pobre diablo, nunca se lo había comunicado Diatlov. Luego de marcharse, Sachenco quedó solo en su oficina, y al cabo de unas copas comenzó a sentir el peso del alcohol en su cabeza, la tos se hizo cada vez más fuerte, su hombre de confianza le preguntó si necesitaba algo, a lo que respondió con una negativa y que lo dejase tranquilo. El otro sin mediar palabra se retiró y dejó a su jefe en la penumbra de la oficina, con su puro que aun humeaba y su vaso de vodka que cada vez que se estaba por vaciar, volvía mágicamente a llenarse.
Cuando luego de tres horas sin que el jefe diese novedades de alguna necesidad, uno de sus hombres golpeó la puerta de la oficina, para corroborar que todo esté en orden, el silencio era total, no se oía absolutamente nada del otro lado de aquella placa. El hombre insistió con más fuerza. Cuando al tercer intento, y pensando que Sachenco estaría bajo los efectos del alcohol, no obtuvo respuesta certera, decidió entrar. La puerta no estaba cerrada con llave.
El infeliz estaba con la cabeza apoyada sobre el escritorio, y una de sus manos estaba agarrando fuertemente un cuadro donde había una foto con una niña que en otro tiempo supo ser su nieta y que desde hacía mucho tiempo no había vuelto a ver. Cuando el hombre se acercó al cuerpo tendido sobre el escritorio y trató de despertarlo, observó una gran mancha de sangre alrededor de su cara, ésta había sido expulsada por su nariz. Entró en un estado de pánico abrumador y lo volcó contra el respaldo del sillón donde estaba sentado. La sorpresa fue trágica y nefasta al mismo tiempo. Sachenco, aquel poderoso ícono de la Guerra Fría, había sufrido las consecuencias de la enfermedad, había agonizado por un par de horas y de la manera en que debía terminar aquella situación; murió asfixiado sin poder pedir auxilio. Era tarde, el bacilo del ántrax había hecho bien su trabajo, pero aun así, el hombre, el mismo que lo encontró en aquel estado execrable llamó a gritos, desesperado, a sus compañeros.


Toramine. ¨Camino hacia el abismo¨
















Capítulo 4 ¨Apartado 1¨




El recuerdo


Una capa de veinte centímetros estaba completamente contaminada por isótopos radiactivos de: Plutonio, Cesio, Plomo, Bario y otros elementos pesados. Esa capa que cubría como un oscuro y mortecino manto la ciudad abandonada de Pripyat era, fue bautizada por sus antiguos habitantes como ¨el colchón de la muerte¨. Nunca más aquella ciudad sería o al menos podría ser habitada sin que aquel infernal manto sea completamente removido por la mano del hombre, ya que la naturaleza misma se había tomado la consabida revancha, tal vez por el hecho de querer el hombre ser amo de algo que no le pertenece. Aquellos isótopos se habían enterrado profundamente, y con el transcurso irremediable del tiempo lo seguirían haciendo indefinidamente y con más ahínco. Hoy aquella abandonada ciudad, cuyos cincuenta mil habitantes era el recuerdo de familias, niños y momentos que le dieron a aquellas pobres almas un halo de felicidad, un aliento de vida durante unos pocos años, hasta que la catástrofe, irremediablemente marcó para la posteridad el designio que debían sufrir aquellos que sin querer debieron sufrirlo.
Una canción, una poesía rústica escrita antes de morir por un joven habitante de aquella planta, un simple trabajador que convivía inexorablemente con la muerte todos los días, quedó escrita sobre una pared donde sólo habitan hoy los rayos del sol y la tenue luz de la nocturna luna; aquellos versos pobres en sí, rezaban el dolor y el sufrimiento de un abandono repentino, del desarraigo y el espasmódico momento en el que todo, en un solo instante debió ser abandonado, ultrajado, para convertirse en huérfano de si mismo, el tiempo se detuvo en aquel instante, el destino fue  testigo fiel y estoico de la muerte y de la calamidad de aquellos que sin saberlo, se convertirían en héroes de la miseria, de la desidia y del abandono; he aquí aquellas líneas.

En breve debí dejar mi vida,
En un abrir y cerrar de ojos la oscuridad llegó.
Entró en mi casa, sucumbió mi familia,
Despojó mis bienes, me quitó la prosperidad.

Ayúdame Dios a seguir adelante,
Quiero vivir para ver a mis hijos crecer.
Quiero ser libre para escuchar la verdad.


Mi nombre es Vladimir, he sido un buen hombre. He sido un buen padre. He vivido al servicio de mi patria en un lugar donde nunca vi el sol salir por la mañana. Mis noches eran oscuras, a veces despertaba con sueños atroces, con pesadillas que me hundían en la más desesperante atrocidad. Intuía a veces que aquí las cosas pronto se acabarían, que tal vez algún error fatal llegase a costarnos la vida.
Aquel fatídico y tormentoso veintiséis de Abril, estaba dentro de la planta. Era un día como cualquier otro, un día más en el que me debía a mi trabajo de encargado de uno de los sistemas de refrigeración del reactor número cuatro. Dejo estas líneas porque sé que no sobreviré a la fuerza natural de Dios en quien creo. Fervientemente pienso que hemos sido castigados, que la potencia de su omnipresencia será la que nos llevará hasta lo más profundo del infierno.
Hace dos meses que estoy internado aquí, como muchos otros de mis amigos y camaradas que se desempeñaban en la planta. A las tres semanas de haber ingresado, y luego de los tormentosos sufrimientos que he padecido a causa de los tratamientos que me han proporcionado, los resultados de los análisis mostraron que yo, aquí y ahora tengo cáncer de tiroides. He absorbido mil veces la cantidad de radiación que un ser humano podría absorber en diez vidas juntas si le fuese posible vivirlas. Mi cruz está enterrada sobre mi frente y un epitafio reza: ¨aquí yace un héroe¨. Mi esposa Irinna, cada vez que me viene a consolar, me ve aquí, acostado en esta cama donde muero un poco más cada instante que pasa. Mi hijo no sabe que su padre morirá pronto, por suerte él no ha sufrido la gran exposición a la que yo me entregué sin saberlo. Tal vez él tenga la suerte de sobrevivir y poder contar esta historia, la de su padre que vivió y murió por su patria. Orgulloso seguramente se lo contará a su maestra, a sus hijos y si Dios es grande, a sus nietos. Esta carta que seguramente será encontrada cuando esté muerto es el relato de alguien que ya no existe, alguien a quien le han quitado el alma, en un instante se la han arrebatado.
Si hubiésemos sabido el daño que estábamos causando, el mal que la humanidad luego sufriría con consecuencias tan devastadoras, tal vez así, de esa forma, la única posible, no hubiésemos construido centrales nucleares. Chernobyl sentará un precedente para la humanidad, será el ícono de que la naturaleza no puede ser manipulada por el hombre, que somos tan insignificantes ante la Muerte, ante Dios, ante la Naturaleza y su fuerza abrumadora que por más que nos empeñemos en modificarla, en controlarla, sólo somos marionetas que jugamos con fuego entre las manos.
Quiero pedir perdón. Un solo hombre me he cruzado en aquel momento en que se llevó a cabo el experimento. Debíamos hacerlo de una u otra forma, las órdenes de nuestros jefes fue terminante: el reactor debía probarse para saber si los sistemas de enfriamiento serían capaces de llevar a cabo su cometido en caso de una falla en el sistema eléctrico de la planta. Las cosas no salieron como debían. Víctor Slovsky, uno de mis jefes directos me cruzó en una de las escaleras de la planta, más precisamente en el sector ¨B¨. Se detuvo un instante, en aquella oscuridad, en aquel lugar donde todo era caos y destrucción; pude ver con la tenue luz que emanaba de la tapa del reactor que había volado quién sabe donde, sus ojos desorbitados, tal vez estaba pidiendo perdón. Acto seguido me abrazó fuertemente y  se fue corriendo para asistir a los camaradas que gritaban desde todas las direcciones. Alcé mi vista al cielo, y extraordinariamente pude ver que era una noche diáfana, aquel vapor violentamente tóxico que estaba escapando por la boca diezmada por la explosión, dejaba al descubierto que el cielo que estábamos contaminando, se cubría de estrellas que brillaban en aquella terrible oscuridad.
Sufro las consecuencias diariamente. Una enfermera y un doctor vienen periódicamente a visitarme. Saben que estoy muerto en vida, pero me hacen sentir bien, me quieren convencer de que aun sigo vivo. Pero mi cuerpo dice todo lo contrario. Hoy diez de Junio escribo esta carta para que sea el testimonio de que la culpa de todo aquello fue nuestra. Nada podemos hacer ahora para remediarlo, el daño está hecho. Sólo podemos pagarlo con nuestra propia vida. Espero que mi hijo y mi esposa lean esta carta y que la atesoren en sus corazones como el signo de mi arrepentimiento. La palabra de un hombre no vale nada si no se condice con sus actos, pero al menos puedo morir tranquilo sabiendo que hice lo que debía hacer. Allí fue a buscarnos la muerte en persona, en los próximos días vendrá nuevamente para llevarme definitivamente. Estoy triste pero seguro de que esto servirá para cambiar algo, aunque sea para que mi hijo sepa que su padre lucho, vivió y murió por su familia.


Vladimir Schevchenco falleció de cáncer de tiroides debido a la alta radiación a la que se expuso aquel fatídico veintiséis de abril de 1986. Dos meses más tarde de aquel fatídico día su vida se apagó luego de una larga agonía. La carta que luego fue encontrada por su esposa debajo de su almohada fue leída por el Presidente, Rusia luego del desastre nuclear de Chernobyl dejó de experimentar con energía nuclear. Su esposa y su hijo viven en la actualidad en otro país, el recuerdo que tienen de Vladimir es sinónimo de heroísmo y valentía. Su hijo aun hoy cuenta la historia que lo estigmatizó de por vida, el nieto de Vladimir es un niño sano, que al igual que su hijo, también contará la historia de su abuelo, para la conciencia de las nuevas generaciones.


                                                                                            Martín Ramos (Abstract).



Despedida

Cuando pensó que llegaría a destino, faltando pocos metros para cruzar el obscuro camino que la llevaría de nuevo a su casa, una mujer se in...