
Su pasado era oscuro, cargaba muchas almas con sigo, hablaban con él, le susurraban al oido. LLegaron a volverlo loco en noches de insomnio y tempestad.
Tenía sangre en el costado derecho, el último enfrentamiento, (su último trabajo, en todo sentido), le había dejado aquella marca. Colocó suavemente la llave en la cerradura, la giró, toda la mugrienta pocilga estaba a oscuras.
Cerró la puerta (¿intuyendo que alguien más estaba allí?), eso no importó. Cuando se volvió hacia la cocina con los trastos sucios de la noche anterior, percibió que allí terminaba todo.
Un proyectil encamisado penetró el agitado pecho, detrás del poderoso estampido, la puerta se cerró.
Martín Ramos
Martín Ramos